jueves, 27 de marzo de 2025

¿Dónde está HOY la verdadera Iglesia católica romana?


Ver este estudio en video en el Canal STUDIVM VERITATIS
👉 https://www.youtube.com/watch?v=a0z1WAm1rFY


Imagina conocer a un hombre que al momento de nacer fue separado a la fuerza de su madre. Años después, recibe la noticia de que ella vive, aunque nadie sabe exactamente dónde está. Conmovido por la esperanza, decide buscarla sin importar el costo o el tiempo que le tome. Persigue cada pista, se queda en los lugares donde cree encontrarla y, aunque a veces confunda a otras mujeres con su madre, ¿le culparías por su perseverancia? ¿Dudarías de su amor o de sus intenciones?

Este relato ilustra la búsqueda de muchos católicos tras la muerte del Papa Pío XII en 1958 y la crisis que siguió al conciliábulo Vaticano II. Al ver la propagación de errores doctrinales, la alteración de los ritos que confieren el orden Sacerdotal y la imposición de una nueva Misa, entre otros contradictorios cambios, los fieles se lanzaron a buscar la verdadera Iglesia. Y si alguien se extravía en esa búsqueda, ¿no es responsabilidad de quienes tienen más conocimiento advertirle con caridad y claridad?

Con la desorientación posconciliar, surgieron sacerdotes independientes que, con buena intención, atendieron a los fieles que rechazaban el Novus Ordo, es decir, a la impostora iglesia católica nacida del Vaticano segundo. Algunos tenían jurisdicción otorgada por Pío XII, pero con el tiempo, muchos de estos clérigos fallecieron, dejando paso a otros ordenados sin la debida autorización, sin la jurisdicción que solo un Papa legítimo puede conceder, y además, sin la certeza de estar ordenados válidamente bajo un Rito católico desde 1968.

Aunque los clérigos tradicionalistas actuaron con deseo de proteger la fe, minimizaron la importancia de la jurisdicción apelando a un estado de necesidad sacramental de los fieles. Cuando los fieles comenzaron a cuestionar la validez de sus ministerios, en lugar de abordar sus inquietudes, muchos fueron desestimados o ridiculizados o marginados. Pero la Iglesia enseña que la fe debe recibirse bajo la autoridad del magisterio, y sin esta base, es inevitable que surjan dudas legítimas que obligan en conciencia a tomar prudente resguardo.

El Papa Pío IX dejó claro que no se puede dudar de la fe verdadera una vez recibida bajo la autoridad de la Iglesia (ver Dz 1794). Sin embargo, muchos tradicionalistas se aferraron a opiniones humanas y probabilidades teológicas, alejándose de la certeza que solo la enseñanza infalible del Magisterio proporciona. Al carecer de una jerarquía legítima, los fieles se han visto forzados a vivir con un conocimiento probable de la fe, sin alcanzar la certeza absoluta.

La Iglesia, por naturaleza, es perpetua y visible. Su médula espiritual es la sucesión apostólica ininterrumpida, que requiere tanto validez como licitud. Aunque hoy no podamos localizar esa jerarquía, contamos con las enseñanzas magisteriales, el Derecho Canónico y la Tradición para guiarnos en la oscuridad.

Por fallarle a Dios estamos bajo un fuerte castigo que lleva varias décadas. Pareciera ser que la Iglesia está extinta. Es un misterio como Dios restituirá la Iglesia luego de la apostasía de las naciones gentiles y de la Gran Tribulación, la jerarquía reaparecerá cuando Dios lo disponga, porque su promesa es infalible.

Los comentaristas del Apocalipsis sugieren que durante el reinado del Anticristo, la Iglesia se refugiará en el desierto (ver Apocalipsis 12). Santos como Francisco de Sales y el cardenal Manning, entre otros, explican que este será el único periodo en que la Iglesia no será visible. En efecto, para que el Anticristo se haga visible y sea derrotado por Cristo es necesario que la Iglesia no sea visible como antes la conocimos.

Nuestra responsabilidad moral, es seguir buscando y unirnos a la Iglesia con fe inquebrantable. En esto seremos probados y juzgados. Por eso no podemos conformarnos con soluciones improvisadas ni aceptar guías espirituales sin la autoridad legítima que solo Cristo puede otorgar a través de su Iglesia. Como el hombre que busca a su madre, debemos perseverar, confiando en que Dios revelará a su Iglesia cuando llegue el momento oportuno. Mientras tanto, seguimos en la búsqueda, con la certeza de que la verdadera Iglesia de Cristo puede estar eclipsada pero nunca desaparecerá, porque esa es su promesa eterna.